El retorno a la casa del padre
El tiempo de Cuaresma, que inicia con la celebración del Miércoles de ceniza (NUALC 28), “prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el Misterio Pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia” (SC 109).
Resulta claro que, con el gesto de la ceniza de este Miércoles, se inicia un camino de preparación hacia la celebración de la Pascua; la imposición de la ceniza, por lo tanto, no puede entenderse como un rito cerrado en sí mismo: con este gesto damos simbólicamente inicio a un camino que nos impulsa y nos lleva necesariamente a celebrar en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo nuestra propia muerte al pecado y la vida nueva de la que hemos sido hechos partícipes.
¿Qué significa la ceniza?
En la tradición bíblica la ceniza hace referencia a un sentimiento de humildad, particularmente delante de Dios (cf. Gn 18, 27), y, en consecuencia, cubrir la cabeza con ceniza era un signo externo de la actitud y los sentimientos de quien, reconociendo su indignidad delante de Dios, manifiesta su arrepentimiento: este es el significado y contenido esencial de lo que llamamos “penitencia” (cf. 2 Sam 13, 19; Jt 9, 1; etc.).
Sobre esta base bíblica, la Iglesia, en torno al s. V, incorporó este gesto – imponer la ceniza – como un elemento litúrgico para aquellos que, habiendo pecado gravemente, públicamente mostraban su arrepentimiento para reconciliarse con Dios y con la Iglesia (todo pecado es ofensa a Dios y herida a la Iglesia, Cuerpo de Cristo). Este gesto tenía lugar precisamente al iniciar la Cuaresma. Posteriormente – en torno al s. XI –, al decaer esta forma de penitencia y reconciliación, el gesto de la ceniza se volvió de uso común para toda la comunidad cristiana: “El obispo imponga sobre ellos la ceniza y después cubra su cabeza”, dando a entender que la ceniza era impuesta sobre la cabeza, al menos para los varones, pues el uso para las mujeres era trazar con la ceniza la señal de la cruz sobre la frente.
No es una conversión exterior ni una apariencia, es poner el corazón delante de nuestro Padre que ve lo secreto. Reconozcámonos pecadores, confesemos nuestros pecados, pero confiemos mucho más en la gran misericordia de un Padre que nos está esperando con los brazos abiertos para recibirnos, perdonarnos y devolvernos la dignidad de hijos. Miércoles de ceniza, día de retorno al Padre.
Conferencia del Episcopado Mexicano



