Institución de Ministros Acólitos

May 08, 2021

El acolitado es un ministerio por el cual quien lo recibe es llamado a servir al altar en la Santa Misa, a asistir en ella al sacerdote y al diácono, a repartir la comunión como ministro extraordinario, y a presentar a otros la riqueza de los sacramentos y del servicio litúrgico. A quienes nos estamos preparando para recibir el sacerdocio, nos ayuda a tener más cercanía y aprecio a la Eucaristía, y a imitar esa entrega en nuestras vidas. Y ayer, 25 de abril, recibí, junto con otros 2 compañeros, Fernando y Carlos, esta gracia, en la celebración Eucarística presidida por Nuestro Señor Arzobispo Don José Antonio Fernández Hurtado en la Catedral de Tlalnepantla.

Los días previos pasaron rápidamente, ocupados como estábamos con los pendientes académicos, por lo que fue difícil detenerse a reflexionar en lo que íbamos a recibir. Sin embargo, el día de la celebración, nos despertamos sabiendo que iba a ser un día inolvidable en nuestro camino detrás de Jesús. Los nervios empezaron desde que nos revestimos con el alba, que ya usábamos desde que fuimos instituidos lectores, pero empezaron a calmarse cuando, después de la procesión de inicio, pudimos sentarnos con nuestras familias, recordando cómo en su seno había empezado nuestra gran aventura y cómo desde el inicio de nuestra vida Dios nos miró con amor y tenía preparado algo grandioso para nosotros.

Más tarde, después de la homilía, nos llenamos de emoción cuando, oímos que nos llamaban por nuestros nombres, tal como Jesús lo hizo cuando oímos su llamada, hace ya varios años. Personalmente, siento que pasó muy rápido el rito de institución. En todo caso, fue entonces cuando empecé a ser consciente de la gracia que recibía y de la responsabilidad que implicaba. Pero donde más honda se hizo esa consciencia fue cuando empecé a repartir la comunión. ¡Tenía entre mis dedos indignos al mismo Jesús! ¿Qué había hecho para merecerlo? Nada. Al contrario, muchas veces lo que mi vida expresaba era lo opuesto a lo que había aceptado vivir. Y, aun así, Jesús seguía confiando en mí, hasta el punto de permitir que lo tuviera entre mis manos, a ver si así entendía que era su obra, no la mía, y que, tomado de su mano, en mi pequeñez brillaría su grandeza.

Esta responsabilidad, y las que vendrán, superan nuestras fuerzas, pero no las de Dios. Por eso, pedimos su oración, para que nunca nos soltemos de su mano y así, la obra que Él inició en nosotros llegue a buen término.

Seminarista: José Ángel Salazar Cruz

(Etapa de configuración con Jesucristo Buen Pastor)


Noticias Relevantes

Noticia 127 Noticia 124 Noticia 123 Noticia 122

 

Más Noticias...